Sefarad es un topónimo bíblico que la tradición hebrea identifica con la península ibérica, actualmente sólo se usa para referirse a España.
Según la arqueología y la epigrafía la presencia judía en la península ibérica se remonta al siglo I d. C. tras la destrucción del segundo templo de Jerusalén por los romanos. En la época del reino visigodo los judíos fueron terriblemente perseguidos, lo que explica que acogieran tan favorablemente a los árabes tras la invasión de la península ibérica en el 711. En al-Ándalus alcanzaron un gran auge por la benévola consideración que de ellos tenían los musulmanes, al tratarse de “gente del Libro”. Las principales comunidades hebreas se hallaban en Toledo, Córdoba y Granada.
Con la invasión almohade en la segunda mitad del siglo XII, se produjo una gran llegada de judíos andalusíes a Castilla, principalmente a Toledo. Éstos formaban parte, mayoritariamente, de una élite intelectual, cultural y económica, lo que supuso un florecimiento de estas comunidades en la España cristiana, y un aumento de su influencia en los círculos del poder. Su mayor apogeo será en el siglo XIV, en el reinado de Alfonso XI y sobre todo en el de Pedro I, (mal llamado El Cruel), (1350-1369), en el reinado de este último destacó Samuel ha-Leví, que fue su tesorero mayor, y que financió la construcción en Toledo de la Sinagoga del Tránsito.
Toledo contaba con una gran judería que ocupaba una parte importante de la ciudad con varias entradas directas desde la muralla: Puerta del Cambrón y Puerta de San Martín, frente al puente del mismo nombre, y discurría desde estas puertas hasta la plaza de Santo Tomé, y de forma paralela al rio, su trazado se ha conservado hasta nuestros días fiel como pocas al trazado medieval. Muchos son los edificios que se mantienen en un buen estado de conservación, como la sinagoga de Santa María la Blanca del siglo XII, con su entramado de columnas y arcos de herradura que añaden un toque aún más arabizante a su estilo mudéjar. Muy próxima se encuentra la Sinagoga del Tránsito, considerada la más bella sinagoga medieval de toda Europa, construida en torno a 1357, con un artesonado esplendoroso y una magnifica decoración. Es la sede del Museo Sefardí, con una interesante exposición sobre el pasado sefardí no sólo de Toledo, sino de toda Sefarad. Junta a ellas se encontraba la casa de Samuel Ha-Leví, parte de la misma se integra en el Museo de El Greco. Se estima que Toledo llegó a tener hasta 13 sinagogas.
Hay una conocidísima leyenda “La judía de Toledo” que ha sido tema de varios libros e incluso de películas, según se relata, el rey Alfonso VIII “el de las Navas” vino a Toledo acompañado de su esposa, Leonor de Plantagenet, hija del rey de Inglaterra Enrique II y la reina Leonor de Aquitania, y estando en la ciudad se enamoró perdidamente de una bella judía llamada Raquel, con ella convivió durante años en la llamada Huerta del Rey (hoy palacio de Galiana), en la vega del rey Tajo, olvidando a su esposa e hijos y el cuidado de su reino, por este pecado se dice que Dios le castigó con la derrota de sus huestes en la batalla de Alarcos. La reina se sentía ultrajada y humillada y los nobles furiosos por la dejación de sus funciones de su rey, ante esta situación los nobles decidieron matar a la bella Raquel, a la que consideraban una hechicera, así es que mataron a la hermosa judía, el rey se volvió loco de dolor, y prometió venganza. Cuando velaba el cuerpo de su amada un ángel se le apareció y le recriminó su comportamiento, señalándole que había obrado mal y que por ello Dios le iba a castigar: su único hijo varón moriría y reinaría la descendencia de su hija. El rey conmocionado, se arrodilló ante el ángel pidiendo perdón por sus pecados, cuando el ángel desapareció un agradable olor se esparció por toda la estancia, a partir de ese momento la vida del rey estuvo llena de buenas obras y rectitud.
Esta leyenda fue recogida en la Crónica General (1270) de Alfonso X “El sabio”, biznieto de Alfonso VIII, donde la bella judía es llamada Fermosa, sería Lope de Vega en su obra “Las Paces de los Reyes y Judía de Toledo” (1617), quien la llamaría Raquel.