Santa María la Blanca es un templo construido en el barrio judío de Toledo en el 1180, como sinagoga que, habiendo funcionado como tal durante 211 años, fue expropiada y transformada en iglesia como consecuencia del pogromo de 1391. En 1550 se acometió una reforma atribuida a Covarrubias para instalar un beatario, que al menos estuvo funcionando hasta 1637. En 1791 se adaptó el lugar para que sirviera de cuartel. Restaurado de su situación de ruina en 1851, en la actualidad cumple una función turística.
Este edificio mudéjar, creado por canteros moros, está dispuesto en sentido este-oeste y es de planta basilical, con cinco naves estrechas dispuestas escalonadamente en altura y separadas por pilares sobre los que descansan arcos de herradura.
Si bien existe cierto contraste entre la sobriedad del exterior de la sinagoga y su elaborado interior, el edificio presenta no poca austeridad. Conforme a la tradición oriental, el mismo vive hacia el interior.
Sus elementos arquitectónicos incluyen paredes blancas y lisas hechas de ladrillo, pilares octogonales con zócalos de azulejos, decoración geométrica en los frisos y vegetal en los capiteles de los pilares. Todas estas características y la distribución de los espacios, con sus naves formadas por la sucesión de arcos de herradura soportados por pilares, tienden a recordar la tipología propia de una mezquita.
Los treinta y dos pilares de este templo son de ladrillo recubierto por cemento y cal. Ornados de piñas y volutas, sus capiteles denotan influencia del arte románico. Por encima de los arcos de herradura prevalece la ornamentación abstracta en frisos horizontales que incluye molduras con delicados motivos basados en la interacción de líneas y medallones. Los entrelazados geométricos formados por las líneas son de origen almohade.